domingo, 22 de enero de 2012

literaturas


Un blog se escribe para contar las intimidades.

Lo cierto es que para arañar apenas algo hay que multiplicarse. Probabilidad. Haces casi infinitos de estados e hipótesis traspasan las rendijas en la superficie o rebotan hacia nosotros como en un espejo, devolviéndonos nuestra imagen o parte de ella. Algunos de esos estados o facetas pueden habitar ahora mismo -es decir, en el tiempo de la mirada- otros lugares, próximos o remotos, o incluso no estar en ninguno. Aun creyendo que puedan integrarse, precisarse en su movimiento, naturaleza y posición relativa... aun en esa inocencia, el nuevo todo, su suma, el texto, apenas revelaría una parte ínfima, una conexión incierta y artística -un artificio- entre mundos, más o menos hermoso/a.
Esa "descripción" que establece nuevos órdenes y relaciones, por ordenada y canónica y "exacta" que parezca, devolverá siempre más caos que el orden prometido, de una manera inevitable. Será un ejercicio conmovedor, en el fondo, y jugaremos a jugar, a aceptarlo como posible, a trasplantarlo y valorarlo y etiquetarlo... pero sabiendo ya las reglas del juego, la convención temporal de sus límites en busca de otros límites, su ruido e instrumentalidad, su carácter transitorio, su mero tantear a través de arquitecturas precarias. No hay juegos cerrados.

Flexibilidad. Contra lo que prediquen autoridades de todo tipo (más o menos eclesiales), emisores de ideología (más o menos secular) y algunos críticos literarios mayores de 45 años... lo cierto es que para arañar apenas algo hay que multiplicarse.

Un blog se escribe para contar las

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